lunes, 5 de septiembre de 2011

1. El Verbo, sello del Padre


ALMA:

¡Dulcísimo Esposo de mi alma, Señor mío, único aliento de mi espíritu! Tú eres, en el seno del eterno Padre, como un sello en la mano del grabador, así es como yo te considero, con el cual se troquelan todas las almas justas en el ser de la justicia. Con este sello de amor son grabadas muchas almas elegidas, y así, con uno solo, se hacen muchos retratos animados de tu único amor.

¿Quién puede describir suficientemente la nobleza del alma por ti creada? Tú la enriqueciste con una belleza que supera toda capacidad humana, pero no por lo que es por sí misma, sino porque es sustancia tuya, pues es parte de tu ser. ¡Oh! ¡Qué nobleza infinita la de la criatura racional! Solo considerarla me deja muda de admiración. Tú, con la mirada pura, me comunicas, con una elocuencia instantánea, infinitos conocimientos de tu Sabiduría.

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